Hace unos días, tras un más o menos venturoso periplo por el intrincado bosque de youtube, después de apartar un poco de maleza y restos de arboles secos, me encontré con una versión de la canción que utilicé como titulo de este post. Es una interpretada por el grandísimo cronopio Louis Armstrong,(que dijo Cortázar,) y mi amadísima Billie Holiday. Pese a ser declarado e irredento admirador de esta última, me parece que en este caso, el oriundo de New Orleans se la come con patatas. La sensibilidad, el lirismo, el profundo amor y conocimiento de causa que se percibe en su interpretación me produce escalofríos.
La cuestión es emocionarse, llorar, reír, estremecerse, ser feliz o anhelarlo, o por lo menos sentir la añoranza de haberlo sido. Todas esas cosas, para mi están en esa canción y Armstrong la interpreta admiráblemente.

La cuestión es emocionarse, llorar, reír, estremecerse, ser feliz o anhelarlo, o por lo menos sentir la añoranza de haberlo sido. Todas esas cosas, para mi están en esa canción y Armstrong la interpreta admiráblemente.
