jueves, 26 de junio de 2008

In the court of the crimson king (Comentario libre de un disco muy amado)





A todos mis amigos melómanos, que no son pocos.

I

El advenimiento de la locura encerrado en una habitación, crujir de paredes, objetos amenazantes que se muestran extraños bajo la débil pátina de la cotidianidad.
Temblores en el espinazo, euforia y terror, la gran máquina dominante y la sumisión humana.


Luego, la calma, suaves vientos soplan dulcemente entre los arboles. Amables diosas de la espesura tocan sus flautas para vosotros y os adormecéis junto al agua clara de un manantial.
La naturaleza, en su narcisismo, se mira embelesada en el tranquilo espejo de un lago para regocijo de nuestras almas.


Mi caminar es cada vez más pesado, como atravesando una ciénaga. Hace varios días que perdí a Artax, y temo que pronto seguiré su destino. O si no, deambulo por las vastas estancias de mi palacio vacío. Fruncido el entrecejo con dolorosos descubrimientos, hasta que mi propio divagar inunda como un insoportable eco burlón las inalcanzables bóvedas. El palacio es la más hermosa maravilla que hayan visto ojos humanos, pero estoy solo y no encuentro la salida.


Ahora es de noche, azul índigo y plata mate, una inmensa luna llena se refleja en un estanque quieto donde flotan hojas secas de sauce. Benévolos seres alados revolotean cerca de mi cuerpo yacente y en la distancia se escucha una musica extraña, música que no tañen manos humanas, es más bien la propia escena quien la crea. No añoro el día ni la luz del sol, la belleza que se despliega ante mi, me hace llorar. Desde el exhuberante jardín, casi descuidado, casi salvaje, me rindo incondicionalmente a la gran madre Selene.

Mi habitación. Yo soy un niño de nuevo. Debajo del armario hay mundos
enteros por explorar, ¿que ruta seguiremos hoy?¿seremos unos indios
atravesando un nevado paso de montaña?¿Unos exploradores en
África?¿seremos Jim y Huckleberry navegando el Mississippi en una almadía
de troncos? No importa, aquí se esta bien, Mira, apoya la cara en el
suelo, esta frío y es muy agradable, no te preocupes, quédate aquí, aún
queda mucho para la hora de cenar...


Todo salta en pedazos y refulge con vívidos colores irisados. Recuerdo hechos y sensaciones que aún no han sido y pienso en los días del futuro pasado.
La multitud abre ojos y bocas de gozo, miedo y asombro, apenas se puede respirar, y el cielo suena como nunca antes con un ruido ensordecedor.
Las nubes se apartan abriendo un claro perfectamente circular y el rostro de Dios se nos muestra por primera y última vez.
El séptimo ángel no toca la trompeta, es batería de rock and roll, y atormenta sus tambores con redoblada energía.
El universo entero parece contener el aliento por un instante.

-¡Vamos! Recoge tus juguetes, mañana tienes que madrugar....




sábado, 14 de junio de 2008

On the road again

For all the shut down strangers and
hot rod angels Rumbling through this
promised land.


B. Springsteen "Racing in the streets"


Cruzamos pueblos dormidos y pequeñas ciudades en las que a veces veías tambalearse al último borracho del sábado, haciendo que la acera pareciese demasiado pequeña para él.
Lo veíamos girar la cabeza con gesto perplejo y aturdido ante el ruido de nuestro motor; un instante después, lo perdíamos de vista, dejando su caminar incierto bajo la luz amarilla de las farolas.

En un abrir y cerrar de ojos estábamos otra vez en medio de la nada, zumbando sobre el negro asfalto.

Conducir toda la noche, esa era la consigna.
Sólo éramos tú y yo, y Canned Heat en la radio a todo volumen.
La vieja furgoneta gimiendo por todas sus juntas, abría con sus faros la noche partiéndola en dos.

Subimos algunos puertos forzando el motor al máximo,y luego los bajábamos con los discos de los frenos al rojo vivo.

Sacábamos la cabeza por la ventanilla para oler la noche y, llenos de anticipación, creíamos percibir el aroma del mar en la brisa que silbaba entre los ralos bosquecillos de eucalipto de la costa.

El objetivo de llegar a una playa antes del amanecer parecía cada vez más cerca, y nosotros saltábamos en los asientos de excitación.

Al rayar el alba llegaríamos a la costa, el final de la carretera, el final del país y de la tierra, Finis Terrae, la costa de la muerte. Porque allí muere la andadura de todo el que sigue el sol poniente, de todos los que se encaminan hacia el oeste con sus ligeros macutos, sus raídos zapatos, o sus oxidados cacharros con el parabrisas lleno de cadáveres de insectos.

Todos los pobres ángeles de los arcenes que recorren la autopista que lleva hacia el final de la noche y persiguen un sueño a sabiendas de que ya no existe.


viernes, 6 de junio de 2008

Yo no soy de aquí (Para Scout)

Es casi la hora de cenar.
Miro por la ventana de la cocina y no quiero estar aquí.
Miro hacia el oeste y veo el cielo en llamas. De un rojo que no podría describir en la totalidad de una novela. Que merecería pasarse la vida embadurnando lienzos intentando reproducirlo.
Miro hacia ese cielo y no quiero estar aquí, yo no soy de aquí. Yo pertenezco a ese cielo. Yo querría estar bajo su salvaje cúpula. En tierras que nunca he visto, con gente que no conozco, rasgando mi ropa al atravesar la espesura a toda velocidad en una continua carrera.
Quiero estar allí, donde se apuran las copas de dulces vinos y se canta y se escucha cantar, donde se llora al escuchar cantar porque se sabe que nada más bello se ha de vivir después de eso, después de haber compartido con los faunos y su dios Pan, con las dríadas, y con todos los seres de los bosques donde nunca entran los hombres y que están bajo ese cielo que veo desde mi cocina.


domingo, 1 de junio de 2008

The promised land

*Recomendación:Antes de empezar a leer, seguir el enlace del título en ventana nueva. Una vez que arranque la música, comenzar con la lectura.

Allá íbamos nosotros calle Ríos Rosas abajo. Con el viento en la cara y en nuestras chaquetas, a última hora de la tarde mientras la inmensa bola roja aún pendía sobre el Parque del Oeste.

Corríamos calle abajo, y corrían los días mientras besábamos las botellas de cerveza caliente y besábamos las hojas de los árboles, y finalmente nos besábamos bajo sus copas.

En el banco frente al escenario apoyaste la cabeza en mi regazo para recibir mi alimento. Luego no te volví a ver.

Volamos por las calles, inventando cada día un nuevo camino hasta caer en la noche, que siempre es la misma. La noche anaranjada de Madrid donde enloquecíamos una y otra vez sintiendo el aire fresco de la sierra al comienzo de la autopista.

Rodábamos por el césped humeante de la noche de Junio, y reíamos y aullábamos bañados en sudor y oliendo a asfalto caliente.