miércoles, 29 de octubre de 2008

Gracias Julia.

Hacía ya tiempo que no echaba una lagrimita escuchando música. Hoy me pasó al encontrarme este video en youtube. Es que yo siempre fuy muy de los Beatles.
Esta canción me produce el mismo desasosiego que los crios estos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Living after midnight

¡La hostia! No se ve ni torta por aquí, menos mal que ya cojo la autopista que está más iluminada. ¡Ah! Esto es otra cosa. Debe haber llovido, todavía está la carretera mojada,¡vaya cómo brilla! Así tan negra y brillante y con las rayas blancas reflectantes y las luces mola mogollón, parece la chaqueta de un oficial de las SS.
¡Joder! ¡Menudo sueño me está entrando! parece mentira que en 20 puñeteros minutos que dura el trayecto del curro a casa me de esta modorra.
Voy a ir detras de ese forito que va despacio y venga, tranquilamente....¡Que va! yo creo que me da más sueño, parece que me hipnotizan las luces de atrás.
Voy a adelantarlo a ver si me espabilo....Ahí, ahí, joder la verdad que anda el coche este.
Si, si ahora mucho mejor, pero ojito que en los túneles está limitao a 90, que luego te crees que hay tormenta y es el puto radar.
Na, no hay manera, es que me quedo sopa, fíjate que llevo escuchao medio disco y se me pasaron sin pisparme "Little wing" y "Castles made of sand" ¡Menuda caraja!, esto es grave, ¿Tendré que parar? Na, mira ya estoy llegando, bueno. Vaya coñazo salir de currar a estas horas.
Ahora espero no estar más de un cuarto de hora buscando sitio p'aparcar.

jueves, 16 de octubre de 2008

Alucinación en el umbral del sueño.

Lizano sentado, plácido y grande.
Una larga cola de gente ante él.
El joven de ojos soñadores ignora dicha cola y se acerca.
-¡Jesús!, ¡Jesús!, he venido a saludarte.
Un hombre muy alto, barbado y de gesto muy serio.
-Pero oiga, ¡no moleste! ¿no ve que el Sr. Lizano está aquí para compartir amablemente su sabiduría?
El pequeño soñador mira al hombre, mira hacia arriba.
-¡Oh!, ¡Usted es su padre! ...... ¿Es usted Dios?


Rollin' and tumblin'

Se marchó de casa de sus padres con 19 años.
No tenía ninguna razón para tomar uno u otro rumbo, pero se dirigió al norte, al pequeño pueblo donde había pasado las vacaciones desde que tenía uso de razón.
El autobús de las 12 hendía impasible la noche. El se arrellanó en el último asiento mientras miraba de reojo las luces de la gran ciudad que parecían decirle adiós de la manera más triste y más bella.
Le vino a la cabeza la noche anterior que había apurado hasta el amanecer con los ojos de par en par y las sienes palpitantes. El y otros dos amigos habían decidido pasar una última noche juntos a modo de despedida. Paladeó de nuevo las primeras luces del alba en los jardines de Sabatini, bajo el Palacio Real, esperando al sol sobre el césped empapado.
-Hasta la vista, nos volveremos a ver, echarme de menos por favor...
El autobús seguía rodando y pronto empezó a enfocar sus pensamientos hacia delante, mientras dejaba resbalar la mirada distraida por el desabrido paisaje nocturno. Seguiría aquella carretera, recta como la espina dorsal del país, durante toda la noche, hasta su final junto al mar.
A primera hora de la mañana llegó a su destino con una pequeña mochila y una vieja chaqueta de ante, la cabeza llena de planes y de pelo negro y rizado.
Llamó a la puerta y pronto le recibió su hermana. La casa era una vieja herencia familiar donde ahora vivía ella con sus dos niños pequeños.
Decidió quedarse allí hasta que tuviera una idea más definida de lo que quería hacer.
Durante un tiempo anduvo sin trabajo. Tampoco lo buscó con mucho ahínco. Simplemente dejaba pasar los días disfrutando de un sencillo hedonismo al que siempre se había sentido destinado.
Pese a todo, y como la comida no cae del cielo, intentaba colaborar en la economía domestica con diversas ocupaciones eventuales. Quizá la más llamativa era la de hacer auto-stop por la región y tocar la guitarra a cambio de unas monedas en los pequeños pueblos donde se celebraba el mercado semanal.
La gente solía ser benevolente y casi siempre sacaba lo suficiente para la manutención diaria. Normalmente incluso sobraba algo para una de sus actividades favoritas. Esta no consistía en otra cosa que esperar a la hora de cenar en la que su amigo de toda la vida iba a buscarlo a casa para luego, con andar resuelto y jovial, dirigirse ambos a un añejo bar del pueblo en el que transcurría la velada entre vasos de vino peleón y alguna que otra ración de sardinas o un poco de queso.
No eran aquellas reuniones como las de los viejos amigos que se encuentran tras un largo periodo de separación, -se veían todos los día y había poco que contar-, tampoco había grandes debates ni proyectos de lejanas aventuras.
Simplemente disfrutaban de si mismos. De estar con quien se quiere estar cuando se quiere estar. A veces eso es lo más difícil de este mundo.

martes, 14 de octubre de 2008

Terraplane blues

Cuando me apetece escuchar música realmente cañera suelo acabar recurriendo casi siempre al mismo disco, el "Robert Johnson. The complete recordings". Dentro de este disco, que en realidad son dos y que en teoría contiene todas las grabaciones del prematuramente fallecido bluesman, hay una que puedo poner en modo "repeat" hasta el hastío -valga la redundancia fonética-, es la pista 11 del primer CD, "Terraplane blues". La primera parte del tema se desarrolla normalmente - si es que hay algo normal en Robert Johnson-, hasta esa especie de puente que comienza en "Now you know the coils ain't even buzzin" y termina en "please don't do me wrong". Bueno, para mi ese pequeño fragmento es, y agarrense señores, ¡¡uno de los momentos cumbre de la historia de la música!!. Y cuando digo eso me refiero a la historia de la música en su totalidad, incluyendo cualquier época y estilo. A partir de esa estrofa y hasta el final, la canción se transforma, al menos anímicamente a mi modo de ver, en una catarsis, una sucesión de aullidos, mugidos, escalofriantes falsetes, frenesí absoluto y urgencia sexual. Da la sensación de que Johnson está en un estado de concentración y compromiso con lo que toca y canta, inusitado incluso para lo que es usual en él. De hecho hay canciones en el disco que acusan algo de apatía y agotamiento vocal, cosa que no me extraña ya que según creo grabó todos los cortes de un tiron en dos o tres sesiones.
En fin, no se que más decir de "Terraplane blues", espero que la disfrutéis y que dejeis vuestras propias impresiones.


lunes, 13 de octubre de 2008

Les jeux sont faits

Desde los cuatro años José arrastraba una ligera cojera producida por una osteomielitis, la cual le costo no pocas bromas pesadas por parte de sus compañeros de estudios. Lo que en absoluto le impidió ser un estudiante brillante y desde muy niño destacar en todas las disciplinas. Quizá esta minusvalía física fue en parte la que le hizo desde muy joven potenciar sus dotes de oratoria, incluso desarrollar una personalidad muy fuerte e indudablemente atractiva para no pocas mujeres.
Con veinticuatro años había terminado sus estudios universitarios de filosofía, literatura, historia, arte y lenguas clásicas. Imbuido de un espíritu romántico y no exento de dotes para el arte, pensó en hacerse escritor y dramaturgo aunque las contadas obras que escribió en su juventud no tuvieron ningún éxito.
En parte frustrado por tales contratiempos, pero siempre sostenido por su férrea voluntad, sopesó las opciones de éxito que tendrían en la política su capacidad de inventiva y su indudable carisma y don de gentes. En esta ocasión no se equivocó. Tan pronto como su intuición le dijo quienes eran las personas adecuadas a las que seguir, empezó a ascender en un partido que a su vez se acercaba más y más al poder.
Fue por aquella época, siendo ya una celebridad de nivel nacional, cuando en uno de sus elocuentes discursos, conoció a Magdalena.
Ella era una bella mujer de 29 años -el tenía entonces 33- que rezumaba por todos sus poros inteligencia y el sofisticado encanto de la clase alta del país. José se volvió loco por ella y no cejó hasta hacerla su esposa. Un año después de la boda ya tenían a su primogenita, luego vendrían cinco hijos más. Debido a su popularidad y la felicidad que irradiaban no tardaron en convertirse en la familia modélica para el partido que representaban y que ya gobernaba el país.
Entonces fue cuando estalló la guerra.
En un principio la feliz pareja se limitó a observar el conflicto desde el apacible castillo en que vivían gracias a la fortuna de Magdalena y los éxitos políticos de José. Viendo jugar a aquellos hermosos niños nadie diría que el país se encontraba inmerso en la mayor guerra que nunca se hubiera conocido. Más con el transcurso de la contienda las tornas fueron cambiando y el enemigo fue tomando posiciones cada vez más cercanas.
Llegado el momento, la familia tuvo que trasladarse a la capital y refugiarse ya sin ninguna capacidad de decisión salvo en lo que se refería a sus propias vidas.
Los días parecían eternos guarecidos en el refugio y escuchando las cada vez más cercanas bombas enemigas. El fuerte carácter de José y Magdalena nunca flaqueó, y cuando llego el momento en que indudablemente no había ninguna opción de victoria o salvación, tuvieron muy claro lo que tenían que hacer.
El 1 de Mayo de 1945 el matrimonio Goebbels puso sus pijamas blancos a sus seis hijos, los acostaron, y una vez que estuvieron dormidos, los asesinaron suministrándoles una cápsula de cianuro a cada uno. Luego al caer la tarde y después de salir del Führerbunker se quitaron la vida.


viernes, 10 de octubre de 2008

Autumn chill

¡Vaya día que hace! Es de esos días de otoño en que hace sol pero ya no sudas y puedes salir a la calle con una camiseta de manga corta y la, para mi sempiterna, chaqueta vaquera. Parece que ya ha pasado el frenesí por pasarlo bien a toda costa del verano y ahora se puede disfrutar plenamente y sin cargo de conciencia del aburrimiento. ¡Ah!¡El aburrimiento!¡Qué delicia! Se acabó el salir todos los fines de semana a hacer como que se lo pasa uno bien, el hacer caravana bajo el sol para ver algún sitio en el que aguantas cinco minutos por la aglomeración de gente a la que se le ha ocurrido ir a visitarlo precisamente el mismo día que tú. No tienes por qué aguantar estoicamente en una terraza las conversaciones estúpidas de los ocupantes de la mesa de al lado, -las conversaciones de la mesa de al lado siempre resultan un poco estúpidas, a veces hasta la fascinación-, ni los berridos de los críos pidiendo un helado, ¡menuda generación se nos echa encima!
Puede uno simplemente, como digo, aburrirse hasta la catarsis. Puede uno alquilarse "El hundimiento", una de las pocas pelis decentes de los últimos tiempos. Puede uno releer "El corazón de las tinieblas" o los relatos de Lovecraft; escuchar a oscuras el "We get requets" de Oscar peterson, -si, soy un poco pesao con este disco-; o aburrirse soberanamente con su respectiva esposa o respectivo marido... En fin, las opciones son infinitas.
En esta sociedad del culto al eterno divertimento, en la que todo lo que no es representativo de que la vida de uno es muy intensa, divertida, fascinante, geniaaal o guay del Paraguay, simplemente no existe, yo desde mi cueva escribo este elogio del aburrimiento.


viernes, 3 de octubre de 2008

Naturalmente

Llevaba yo varios días buscando música para este comienzo de otoño -si, yo es que tengo discos estacionales, qué le vamos a hacer-, todo esto entre mis discos, no pensaba comprar nada nuevo de momento.
La cuestión es que andaba que si el "Forever chages" de Love,que si la recopilación de Wilson Pickett, pero no, demasiado erótico-festivo uno y demasiado cañero el otro. Sin embargo hoy, por casualidad ya lo encontré. A mediodía, cuando llegaba de currar y mientras me calentaba unas lentejas de ayer me dio por ponerme el "Naturally" del siempre sorprendente J.J. Cale. ¡Eureka! este si que si, cómo no me había acordado antes, ¡Que subidón! Desde luego es el prefacio perfecto para el inevitable "Winterlude" que vendrá después.
¡Qué suavidad!¡Qué originalidad escondida en una música aparentemente sencilla!¡Qué buen gusto!¡Qué agradable sensación de sofá y zapatillas! Desde la susurrante "Crazy mama" hasta la trepidante "Bringing it back" pasando por la morbosa "After midnight", el cerebro absorbiendo los deliciosos ecos de esa stratocaster tan imitada, de hecho casi se me queman las lentejas, bueno, sin casi.
En fin, que sin más, para estos días que ya empiezan a refrescar y en los que el sol ya empieza a mirarnos de medio "lao" recomiendo a cualquier amante de la música este disco sabio y acariciante. Naturalmente.